SANTA ÁGATA DE CATANIA
Por Perspectiva Caballera
Cada año, al
inicio del mes de febrero la ciudad de Catania bulle en celebraciones
y sus habitantes visten de un modo peculiar. Llevan un gran blusón
blanco que les cubre por debajo de las rodillas, un medallón y un
gorro que recuerda mucho a los turcos. En realidad el traje emula un
camisón con el gorro de dormir. Todo esto tiene una explicación :
Santa Ágata de Catania. Esta santa nació en esta ciudad en el año
238. Siendo joven se fijó en ella un procónsul romano llamado
Quinciano. La santa se negó a satisfacer los deseos sexuales del
romano y por ello sufrió un amargo martirio. Entre otras
barbaridades le cortaron los pechos.
Por eso se ha
corvetido en una santa protectora de la mujer (enfermedades de senos,
problemas en el parto y en la lactancia, etc). En el año 1126 los
restos de Ágata, que se encontraban por aquel entonces en
Constantinopla, fueron devueltos a su ciudad natal. Llegaron en plena
madrugada por lo que los cataneses se levantaron a recibirla con la
ropa de dormir. En recuerdo de aquel recibimiento, en la festividad
de la santa sus conciudadanos se visten cada año de este modo para
las celebraciones.
Además la santa
es como un amuleto protector de los desmanes del Etna, por lo que
las procesiones de alguna manera son un ritual para pedir que la
ciudad quede a salvo de la lava del volcán. El trayecto de dos de
las procesiones forma un círculo, uno rodea el casco antiguo de la
ciudad y el otro abarca más extensión que el primero. En una de
ellas los procesionantes llevan un inmenso candelore, cirio,
y cuando digo inmenso quiero decir gigante.
La
vertiente profana de la fiesta son esos barracones que proliferan por
las calles de la ciudad en donde puede uno abastecerse de toda clase
de melindres. Desde frutos secos a dulces con miel y azúcar quemado.
Y cómo no, puestos de venta de cirios de todos los tamaños. La Vía
Etnea, arteria principal de Catania, es el mejor exponente de todo
ello, además de ser el punto neurálgico de la famosa passeggiata.
No
menos peculiar resultan los altares callejeros. Son todo un mundo. El
pueblo católico es muy dado a ellos y quizá Sicilia se lleve la
palma. Fachadas y esquinas de las casas son los lugares más comunes
en donde te los puedes encontrar. Siempre curiosísimos, unas veces
parecen recién puestos y otras veces totalmente abandonados, como
las celdas de los cementerios. Suelen presentarse en los barrios más
populares de las ciudades. En Catania pueden contemplarse muchos de
ellos, algunos tan sofisticados que disponen de enchufe para encender
una lamparilla eléctrica.
Aquí
os dejo un enlace donde podréis comprobar el fervor de los cataneses
por su santa. La gente hacinada en la plaza de la catedral para
hacer los honores a Ágata. Es una verdadera locura. Dura 36 segundos. Prohibido para
claustrofóbicos.